A su pesar, al tuyo y al mío, la vida sigue. A unos la vida les regala surcos que les recuerdan lo vivido, a mi me regaló una memoria odiosa que no precisa de surcos.
A mal tiempo, buena cara. A malos deseos, sonrisas profundas.
Pero qué triste realidad me has ofrecido, qué decepción tan grande haberte conocido, ¿quién sabe, Dios, quién sabe, Dios, por qué te puso en mi camino?