Dragón de fuego

"Soy un fuego inextinguible,
el centro de toda energía,
El corazón firme y heroico.
Soy la verdad y la luz,
En mi imperio abarco el poder y la gloria.
Mi presencia
Dispersa las nubes oscuras.
Y soy el elegido
Para dominar a los Hados".


SOY EL DRAGÓN







martes, 28 de septiembre de 2010

La verdad

Me acusas de que voy atropellando con la verdad a todos los que me rodean, y que a veces es mejor mentir, o en su defecto callar. Me "aconsejas" que traicione el único principio que tengo y soy capaz de llevar a raja tabla, te miro y pienso que hay dos opciones, o no te enteras de nada o después de tanto tiempo no me conoces en absoluto. Más bien me inclino por lo segundo, casi después de una década, no has llegado más que a rascar la superficie. ¿No te has dado cuenta de que las mentiras han traido sólo desgracia a la gente que las cuenta?, podría darte más de diez ejemplo de la gente que me rodea, y el resultado, siempre violencia+abandono.
No darling, yo no voy a mentir ni me voy a callar cuando algo me carcome por dentro, alguien en una ocasión me acuso de sinceridad brutal, aquello me hizo pensar en si hay grados de sinceridad, puede que una servidora tenga ciertas limitaciones mentales pero para mi la sinceridad no goza de grados, se es o no, aquí no hay medias tintas. Quizá las mentiras si puedan tener grados, supongo que se mide con el dolor, las hay que hacen poco daño, otras que te matan, pero en mi caso todas conllevan una consecuencia irremediable, la pérdida eterna de confianza. Soy capaz de perdonar el silencio, faltar a la verdad, jamás. Una vez te lo dije, no me preguntes lo que no quieras saber porque yo no esquivo ni me escondo....

lunes, 27 de septiembre de 2010

Cantora nocturna


La que murió de su vestido azul está cantando.

Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad.

Adentro de su canción hay un vestido azul, hay

un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado

con los ecos de los latidos de su corazón

muerto.

Expuesta a todas las perdiciones, ella

canta junto a una niña extraviada que es ella:

su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la

niebla verde en los labios y del frío gris en los

ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre

la sed y la mano que busca el vaso.

Ella canta.





Alejandra Pizarnik

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Capítulo 1




Ezequiel la mira fijamente a los ojos, esos ojos color miel, sólo ha visto aquel color tan peculiar en una persona, Elsa, la hermana de Magda, era lo único que tenían en común, Magda era rubia, alta, esbelta, con una expresión tan dulce que casi empalagaba, con catorce años no aparentaba más de once a pesar de su altura, apenas estaba desarrollada. Elsa en cambio, dos años menor, aparentaba quince, morena, de estatura normal para su edad, pero con unas curvas que ya eran la delicia de sus compañeros de clase, en el momento en que despertaban a los estimulos sexuales. Ezequiel en aquella época contaba con quince años y estaba enamorado de Elsa, tenía algo que le volvía loco, ese desparpajo al hablar, esa sensualidad escondida que no podía evitar emanar por cada poro de su piel inconscientemente. Incluso se habían besado a pesar de la juventud de ella. Elsa jugaba con él a su antojo y a cambio la llevaba en moto a los entrenamientos de voleibol, en el fondo era una caprichosa, o eso era lo que a él le consolaba, el único consuelo que encontraba para su trágica perdida.

Magda sabía que ahora Eze no la veía a ella, se había perdido por el camino, como cada vez que habían disfrutado del sexo juntos, no era ella a quién poseía, por eso cuando cerraron el capítulo drogas dejó de acostarse con él. Sin el colocón no podía interpretar el papel de Elsa, de su querida hermana, de su querida hermana muerta. Ella sufrió mucho la pérdida de su hermana y de su madre pero Eze también quedó marcado por aquello, juntos se consolaban como podían, de la manera que mejor sabían, hasta que se dio cuenta que a Eze no le hacía bien, cada vez quería más.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Mi kokoro


Tic tac, tic tac, es la música al ritmo de la que baila mi vida, del mismo modo que dicen que el chocolate es el sustitutivo del sexo yo he conseguido que el reloj sea el sustituto de mis sórdidas fantasías amorosas, manecillas que me atan al mundo real, que aferran mis pies al suelo.


Me acerqué tanto al sol, que terminé por quemarme las alas y ya no me relamo las heridas, es que como si mi "kokoro" se hubiera quemado también, yo ya no soy yo, lo que un día fue un alma poseyendo a un cuerpo que se le quedaba pequeño, ahora es un cuerpo que funciona con cuerda, la cuerda del tic tac.


¿Si soy feliz? no, pero mi pregunta es, ¿acaso lo fuí alguna vez?, al menos ahora no hay dolor, antes las emociones, los sentimientos, me hacían sangrar hasta tal punto de dolor que quedaba en semiinsconciencia. Soy un ser neutro, gris, en realidad, no soy nada.






P. D: En japonés kokoro significa corazón, en toda la amplitud de la palabra, corazón con sus sentimientos junto con el alma, es la esencia de una persona.

domingo, 19 de septiembre de 2010

La mecánica del corazón

- Fue un día triste, un día en que no dejaba de llorar hasta que me di cuenta de que me reconfortaba beberme mis propias lágrimas. Poco después descubrí que sabian mejor si las mezclaba con un poco de licor de manzana. Pero no hay que beber nunca cuando uno está en estado normal, en ese caso ya no se logra estar contento sin beber y se forma un círculo vicioso y uno ya no para de llorar para poder beberse las lágrimas.

-Te pasas el día curando a la gente, pero ahogas tus heridas en el alcohol de tus propias lágrimas, ¿por qué?

- No te preocupes por eso, me parece que hoy tenemos que bajar a la ciudad a festejar un cumpleaños, ¿verdad?- dice ella, esforzándose en sonreir.

martes, 14 de septiembre de 2010

El fin del mundo y el despiadado mundo del país de las maravillas


Es extraño –dije-. Yo aún tengo corazón y, sin embargo, a veces lo pierdo de vista. No. Mejor dicho, posiblemente está siempre perdido y sólo en ocasiones lo recobro. A pesar de eso, tengo la certeza de que volverá, en un momento u otro, y esta certeza es la que, en definitiva, vertebra y sostiene mi existencia. Por eso me cuesta tanto imaginar qué significa perder el corazón. ( … ) - Pero tú, ¿sabes?, tú me interesas mucho. - ¿Yo? ¿Y por qué? - Es que pareces tan cansado. Pero a ti el cansancio parece darte una especie de energía. Y eso, ¿sabes?, no acabo de entenderlo. No te pareces a ninguna de las personas que conozco. Mi abuelo jamás está cansado, y yo tampoco. Oye, ¿estás cansado de verdad? - Sí, estoy muy cansado –dije. Tanto que, aun repitiéndolo veinte veces, me quedaba corto. - ¿Y cómo es eso? Me refiero a qué se siente cuando uno está cansado –quiso saber la muchacha. - Pues gran parte de las emociones van haciéndose más y más confusas. Sientes lástima de ti mismo y te enfadas con los demás, sientes lástima de los demás y te enfadas contigo mismo…, en fin, esas cosas. - No acabo de entenderlo. - Al final, acabar por no comprender nada de nada. Igual que una peonza pintada de diversos colores. Cuantos más deprisa gira, más difícil es distinguir cada uno de los colores, hasta que a confusión es total. - Parece interesante-dijo la muchacha gorda-. Veo que dominas muy ben el tema. - En efecto – dije. Este agotamiento va carcomiendo la vida, o que brota del mismo corazón de la vida, podría explicarlo yo de cien maneras distintas. Ésta debía de ser otra de las cosas que no enseñaban en la escuela. ( … ) Antes de salir, eché una mirada circular a la estancia. Ofrecía una imagen similar a la de un punto de recogida de trastos viejos. En la vida siempre sucede lo mismo. Para construir algo se requiere mucho tiempo, pero basta un instante para destruirlo todo. Dentro de aquellas tres pequeñas habitaciones había llevado una vida algo cansada, cierto, pero también satisfactoria. Y todo se había esfumado, como la neblina matinal, en el tiempo que se tarda en abrir dos latas de cerveza. Mi trabajo, mi whisky, mi paz, mi soledad, mi colección de obras de Somerset Maugham y de películas de John Ford: todo se había convertido en un montón de basura sin sentido. “… del esplendor en la hierba y de la gloria de las flores…”, recité para mis adentros. Alargué la mano, bajé la palanca del conmutador y corté la electricidad de toda la casa. ( … ) “¿Y qué había perdido yo?”, me pregunté, rascándome la cabeza. Sin duda alguna, había perdido muchas cosas. Si las hubiera apuntado todas en una libreta, posiblemente habría llenado un cuaderno entero de la universidad. Había sufrido mucho la pérdida de alguna de ellas a pesar de que, en el momento en que las perdí, creí que no importaba demasiado, pero con otras me había sucedido lo contrario. Había ido perdiendo diversas cosas, diversas personas, diversos sentimientos. En el bolsillo de un abrigo que simbolizara mi existencia, se había abierto un agujero fatal que ningún hilo ni ninguna aguja podrían coser. En este sentido, si alguien hubiera abierto la ventana de mi piso, se hubiese asomado dentro y me hubiese gritado: “¡Tu vida es un completo cero!”, yo no habría tenido ningún argumento en contra que esgrimir. Sin embargo, si hubiera podido volver atrás, me daba la sensación de que habría reproducido una vida idéntica a la que había llevado. Porque ésta-esta vida llena de pérdidas- era yo. Era el único camino que tenía de ser yo mismo. Por más personas que me hubiesen abandonado a mí, por más personas a las que hubiese abandonado yo, por más bellos sentimientos, magníficas cualidades y sueños que hubiese perdido, yo únicamente podía ser yo. ( … ) Hubiese querido deshacerme en lágrimas, pero no podía llorar. Era demasiado mayor para hacerlo, había tenido demasiadas experiencias en mi vida. En este mundo existe un tipo de tristeza que no te permite verter lágrimas. es una de esas cosas que no puedes explicar a nadie y, aunque pudieras, nadie te comprendería. Y esa tristeza, sin cambiar de forma, va acumulándose en silencio en tu corazón como la nieve durante una noche sin viento. Cuando era más joven, había intentado alguna vez traducirla en palabras. Pero por más que me había esforzado en buscar las palabras adecuadas, no había conseguido comunicársela a nadie, ni siquiera a mí mismo, y había dejado de intentarlo. De modo que había bloqueado las palabras, había bloqueado mi corazón. La tristeza, cuando es tan profunda, no siquiera permite metamorfosearse en lágrimas.