La muerte vive en mi casa, si, estoy diciendo bien, vive en mi casa.
Vino hace dos años y aquí se ha quedado, a veces me pregunto si no se aburre, siempre sentada en la misma silla, sola, sin hacer nada.
De vez en cuando le lavo la túnica, o le paso el plumero, porque no siempre me deja lavarla, le perfumo un poco, más que nada para darle algo de vida, pero claro, ella es todo muerte, e incluso le lubrico las articulaciones, esto último es defecto profesional. Sé que me agradece mucho todos los cuidados que le profeso, lo noto en su docilidad, siempre que me dirijo a ella es amable, educada.
Un día que le propongo lavar la túnica y me dispongo a quitársela, me mira, yo a ella no, por si me pierdo en la profundidad de su mirada nunca la miro a la cara, si es que tiene cara, y ella me pregunta:
-¿ No me temes?
- No, sé que estás en casa por mi, y yo no tengo miedo de irme. Lo que no entiendo muy bien es porque llevas aquí tanto tiempo.
- Estoy aquí y allí, al igual que a ti, acompaño a millones de personas, expectante, por si os rendís.
- Sabes de sobra que yo no me puedo rendir, tengo mis obligaciones.
- Lo sé, eres mucho más fuerte de lo que crees, pero aún te quedan infiernos que cruzar. ¿Te acuerdas de tu bisabuela?.
- Si...
- Ella sabía lo que te esperaba, te pareces mucho a ella en el carácter, luchó contra mi hasta el último día.
- 99 años de lucha son muchos....
- Se hacen cortos si hay motivaciones.
- ¿Tiene algo que ver que siempre me dijera que la luz que irradiaba me traería problemas?
- Era una predicción, si.
Hasta ahora no habíamos charlado de tú a tú, mis ojos se inyectan en lágrimas y con cierto resentimiento le pregunto:
- ¿Por qué? porque te los llevaste.
- Yo sólo les abracé cuando cayeron.
- ¡Pero tú eres la muerte!
- El hombre tiene el mismo poder que yo, estais dotados de la libertad de cambiar el destino, en un asesinato o en un suicidio no intervengo, simplemente soy una expectadora.
- Sólo tenía dos años...
Muerte me abraza y me susurra que ahora están mejor, donde van, nadie sufre, lo más duro es pasar el puente y ellos lo hicieron apenas sin enterarse.
Me recompongo, seco mis lágrimas, sacudo la falda, me giro y sigo cocinando.
- ¿Hasta cuando te quedarás?
- Dejarás de verme hoy, pero siempre estaré a tu lado, como cuando tenías 7 años y te caíste por el agujero de aquella escalera de caracol y quedaste colgada de la barriga dejando bajo tus pies un abismo de unos cincuenta metros, o como cuando tenías quince años y tú quisiste desafiar al destino, o a los veintidós, cuando quisieron desafiarlo por ti... Estar contigo, a tu lado, es la mejor manera de incentivarte para luchar contra mi, porque no me temes, me tratas de igual a igual, y esa, es la forma de seguir.
- Hasta la próxima, cuidate.
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