Te odio, como nadie en este mundo te odiará.
Te odio, como no se puede odiar a nadie más.
Te odio, porque siempre sigues, siempre sigues, siempre sigues, ahí.
Te odio, tanto que podría hacerte resucitar de miedo.
Pero qué triste realidad me has ofrecido, qué decepción tan grande haberte conocido, ¿quién sabe, Dios, quién sabe, Dios, por qué te puso en mi camino?
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