Dragón de fuego

"Soy un fuego inextinguible,
el centro de toda energía,
El corazón firme y heroico.
Soy la verdad y la luz,
En mi imperio abarco el poder y la gloria.
Mi presencia
Dispersa las nubes oscuras.
Y soy el elegido
Para dominar a los Hados".


SOY EL DRAGÓN







lunes, 23 de mayo de 2011

Miedo




En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tu del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.


                              Alejandra Pizarnik








domingo, 22 de mayo de 2011

Corazón de león



Y los mañicos auparán a
los blanquillos del león.


Si, soy una de esas personas que se ponen nerviosas con el fútbol, y hoy, jornada de reflexión, me he dedicado a rezar a la Pilarica para que mi equipo, ese que tiene jugadores que no cobran la ficha desde hace dos años pero no hacen huelga, no dejan de correr ni de luchar; ese equipo que apenas sale en las noticias, salvo para especular con su posible venta; ese equipo que tiene una afición que a pesar de sufrir partido tras partido, no se va nunca.  Ese es mi equipo, el que no gana ligas, el que no tiene dinero, el que tiene un dueño que es un chorizo y un ladrón, como casi todos los políticos de este país. 

viernes, 20 de mayo de 2011

Astucia






Cuanto menos astuto te consideren los demás,
más cosas revelarán en tu presencia.

lunes, 16 de mayo de 2011

Cuaderno de Amor




¿Qué es el amante; qué, el amado? Su diferencia no es de cantidad, sino de calidad. En toda relación amorosa hay, en último término, un devoto y un dios, un esclavo y un amo. Hay quien rompe a hablar y quien responde.


El papel de amante y el de amado nada tienen que ver con la postura física: es algo interior y más trascendental, algo invariable hasta la muerte.

El amor es como una comedia, bien o mal escrita, y todos nacemos con los papeles repartidos. Todos, al nacer, traemos debajo del brazo el papel de protagonista o de antagonista, el papel de amante o el papel de amado. No de una manera rígida. El amante también se siente correspondido y el amado también corresponde. Pero esencialmente cada uno ya sabe, al nacer, cuál es su papel. Tiene que aprenderlo con certidumbre, tiene que asegurarse. Por supuesto que ese amante y ese amado luchan por el protagonismo de la comedia. Pero cada uno sabe cuál es su papel en esa batalla incruenta, en esa hermosa batalla fingida tantas veces, del amor.

Se empeñan los que aman en actuar como si fuesen los amados. En que se les arranque, como a la fuerza, lo que están deseando otorgar. Es su doliente forma de mentirse. Desean colocarse en la posición del otro y empiezan entonces a perder realmente la partida. Existen seres dulces, tibios, a los que hay que mimar, ante los que hay que tomar la iniciativa. Bastante hacen ya con abandonarse al capricho de los otros: no se les debe exigir más que eso. Les llegará quizá el momento en que sean ellos los amantes y en que sufran lo que ahora hacen sufrir. Pero antes de ese momento no se les puede imponer lo que no sienten, de lo que apenas si caen en la cuenta. "Ah, sí", dicen y recuerdan vagamente que tienen una amante y se enorgullecen un poquito y responden, con cierto fuego o, mejor, sin desviar mucho la atención, a las caricias. Sin embargo, cuando éstas son demasiado numerosas, demasiado insatisfechas, vuelven con hartura la cabeza, con un gesto de niño contrariado en los labios y el entrecejo fruncido, y se defienden pensando en otra cosa. "Está bien. Déjame leer un poco." Mientras al amante le sabe a sangre la boca y se desprecia a sí mismo, bien porque no sirve para hacerse corresponder, bien porque, a pesar de ello, no puede dejar de desearlo.

El amante tiene mejor prensa que el amado. El amante siempre dice: «Caramba, apostar la vida entera, que pongo yo en el tapete verde, contra tres duros que pone el amado, siempre es perder. Porque ¿qué es ganar tres duros a riesgo de perder la vida?» Sí, pero es que el amante gana tres duros cada tres minutos. Llega un momento en que esa buena prensa hay que cuestionarla, porque el que está pendiente del amante es el amado. El amado es irremisible. Realmente, el amante se satisface con el amor conseguido y, a veces, de pronto, vuelve la cara hacia otra cosa y el amado se queda sin la luz, porque recibe la luz a través del amante. Yo estoy ahora muy de parte del amado: se le ha hecho injusticia. El amante, cuando se va, recoge toda la parafernalia con que había adornado al amado: las velas rizadas, las joyas, los mantos bordados, como una virgen sevillana, se lo lleva todo y se lo pone a otra imagen. Y se queda absolutamente desvalido el amado. Yo estoy con los perdedores y me parece que el amado puede ser el más perdedor en el amor.
 
 
 
Antonio Gala


I was made to love him - Whitney Houston 
Para mi gusto, la mejor canción de la Houston, con diferencia, aunque vino a modo de bonus.

viernes, 13 de mayo de 2011

En las tinieblas de mi piel




Estoy agotada de vivir al borde de los suspiros,
se extinguió el cielo blanco de nubes
que protegía nuestros besos,
no somos mas dos amantes anónimos
viviendo un invisible romance.
Un trueno inmenso de quimeras
a despedirnos nos urge.
Tus labios se han cerrado como bares en madrugada,
tu risa ya no cae como hielos sobre vasos plenos
y las promesas de amor
no son mas que un par de copas sucias
y es entonces que el dolor enardece mi alma.
Me veo recargada sobre el horizonte
como un ave Fénix
y recuerdo tus manos en las tinieblas de mi piel
y sufro,
e invento pecados,
torturas de amor con máscaras y látigos
y vuelvo a ser aquella generosa tierra
-donde tocas florezco-
Me odio por amarte
por añorar tus húmedos labios,
acudo al recuerdo de tu sexo,
y caigo muerta sobre la cama
por las escaleras muerta ruedo,
vago por los senderos muerta
al mar muerto llego
y muerta me quedo en el fondo del océano.
¿Para qué amarte tanto?
muchos años perfumé tu cuerpo,
mil espinas feroces quité de tu alma,
desterré febriles lluvias de tus ojos,
y mis caricias se extendieron
como trigo sobre tu piel de aurora.
Cuánta, cuánta lluvia ha caído desde aquella vez
que caminamos al muelle del olvido.
Hoy una brizna de niebla duerme en tus ojos
destruyendo la noche en la eternidad de mis sueños.


                                               Lina Zerón













martes, 10 de mayo de 2011

Abismo




"Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo.
Cuando miras largo tiempo a un abismo,
el abismo también mira dentro de ti. "


 

domingo, 8 de mayo de 2011

Mayo



Mayo.
Mayo el mes de las flores.
Mayo fatídico.
Mayo sin ti.
Mayo asesino.
Mayo oscuro y tenebroso.
Mayo lleno de añoranzas. 
Mayo, 6, Fin.



viernes, 6 de mayo de 2011

Alas

En la vida de alguien, siempre hay un momento en que existe otro alguien. Un alguien que casi suple la existencia de aquél que le siente, que le ama, que sólo es feliz ante su presencia.


Ella también tuvo un alguien una vez. Y supongo que ese alguien también la tuvo a ella. Sólo los vi unos minutos y ese tiempo me bastó para sentirles, para llenarme de su amor. Fue en una exhibición de vuelo de águilas y halcones, en un lugar hermoso, aún más hermoso con ellos allí. Hablaban bajito, casi susurraban, como queriendo evitar que alguien pudiera oírles. Como si no quisieran que nadie les viera tampoco, mantenían las manos unidas, ocultas entre sus cuerpos muy juntos, sentados en una de las gradas desde donde disfrutaban de la exhibición. No se cogían las manos como suelen hacer los novios, uniendo dos momentos, el de él y el de ella, porque al parecer, no lo eran. Sus manos no estaban quietas, tranquilas, una mano no calmaba el ansia de la otra. No, aquellas dos manos, la izquierda de él, grande, de dedos largos de uñas cortas, de piel morena, fina, fuerte; y la derecha de ella, infinitamente menor pero también grande para una mujer pequeña, de dedos largos de uñas pintadas de rojo vino, de piel suave, y también fuerte. Mientras un halcón daba vueltas sobre sus cabezas alzadas mirando al cielo de aquella tarde europea, aquellas dos manos hacían el amor. Dedos entre dedos, palma sobre palma, uñas acariciando, rascando la piel. Aquel hombre y aquella mujer se amaban tan fuertemente en ese instante, que sus manos temblaban ante el roce de sus pieles entre tanto apasionado movimiento.

Lo mismo ocurría con sus miradas. Los ojos de él buscaban los de ella en cada cese, en cada descuido, en cada instante de soledad buscada y nunca conseguida. Sus cuerpos pegados el uno al otro sobre un asiento de piedra, lado a lado, ropa con ropa, la piel de gallina al ver un águila volar hasta el potente brazo del monitor de vuelo, o domador, o como quiera que se llame el que enseña a las aves, a volar en círculo.

Los labios de ella, pequeños, redondeados, pintados de fucsia, una boca de beso que dibujaba una sonrisa eterna. Parecía que, pensara lo que pensara su mente, hablara de lo que hablara su lengua, hiciera lo que hiciera su ser, la sonrisa existía por sí sola, haciéndose dueña de su rostro durante aquel amor fascinante. La boca de él, de labios finos, parecía esperar siempre un beso, su beso.

Tras ellos se extendía un paisaje de algún lugar de Europa. Un campo verde y lejano, un río grande de agua gris aún más lejano, un cielo azul de nubes blancas con aves que lo sobrevolaban; y vacío, el temido vacío de una pronta separación. Apenas quedaban doce horas para decir adiós. Una noche. Una sola noche que además no compartirían sino a través de sus sueños, y después, la nada, la puñalada, la sentencia, la falta fatal del otro. La ausencia a bocajarro de aquella repentina felicidad. Porque al parecer, hay amores en los que todo es repentino, y apenas eso, en tan poco tiempo, se puede aprender a soportar.

El le había hablado a ella de sus sueños muchas veces. Las veces en las que jugaban a planear un futuro, las veces que soñaban con una nueva vida, las veces en que la palabra siempre, aparecía en su conversación, en todos los idiomas. El le había dicho que nunca su corazón había sentido tanto ni tan fuerte hacia ninguna otra mujer, que nunca había echado tanto de menos a alguien teniéndola aún tan cerca, que nunca nada como con ella, que la quería, que estaba enamorado, que un amor así sólo se tiene una vez en la vida y en algunas vidas, no se tiene nunca. El se había dicho a sí mismo y a ella, que tenía suerte de haberla encontrado, que agradecía a Dios su mera existencia, porque ella era un regalo.

Ella también le había hablado algunas veces. Le había dicho casi las mismas cosas y si no, las había sentido que casi era lo mismo. Pero ella había hecho algo más con las palabras de él, las había creído. Las había tomado, mimado, cuidado, y sin apenas darse cuenta las había hecho completamente suyas, sin advertir que las palabras no son propiedad de nadie y que, como aquellas aves, vuelan y vuelan en redondo hasta que un día, sin que nadie sepa por qué, se escapan y ya nunca vuelven a regresar.

Aquella tarde, él le tradujo una historia que el monitor del vuelo de las aves había contado. Era la historia de un buitre. Un buitre que se mantenía erguido sobre su palo y que miraba al vacío sin descansar. Había nacido en cautividad. Había crecido en una jaula. Nadie le había enseñado a vivir, tampoco a sobrevivir. Nadie le había enseñado a ser buitre ni a hacer nada de lo que hacen los buitres, como por ejemplo, volar.

¡Qué ironía, que nadie se hubiera ocupado de enseñar a volar a un buitre!, se preguntó ella. Porque ocurre que cuando los seres nacen atados, encerrados, sea de la materia que sean sus barrotes, hierro o temor, sería justo que hubiera alguien que les enseñara a volar. Quizá sólo por ese quizá. Quizá por un por si acaso. Quizá por un...algún día.

Una vez liberado al llegar a su madurez, una vez trasladado a aquel lugar donde la libertad se le entregaba de repente, como un juguete sin libro de instrucciones, el buitre no supo jugar. Y decidió esperar a que llegaran mejores tiempos, como antes, como cuando aún vivía enjaulado lo hizo porque se dio cuenta de algo muy importante, que tan sólo había cambiado la materia de la que estaban hechos sus barrotes, pero que
continuaba enjaulado, y se dijo...¿Cómo saltar al vacío cuando nadie lo rellena? ¿Cómo volar cuando las alas se cierran y se paralizan ante el miedo? ¿Cómo moverse siquiera ante la magna idea del incierto futuro, cuya ignorancia nunca nos protege?...

El, acabó de traducir la historia y como el buitre, hubiera deseado tener ante sí, en lugar de vacío, una escalera por la que bajar con la seguridad de un rellano a cada pocos escalones, con su barandilla por si había un tropiezo, con su poco a poco, con su largura, con su final tardío, con su paciente espera, y con la sencilla alegría de un ...será...mal dicho y en un imperfecto futuro sin declinar.

Ella, acabó de escuchar la historia y como el buitre, se sintió temerosa y temblando, también hubiera deseado una plácida escalera e incluso un ascensor. Pero sólo vio vacío ante sus ojos. Ella, le miró a él e intentó asumirlo. Aún no estaba todo perdido, pensó. Las escaleras no se construían solas, sin duda, alguien las había hecho.

Los amantes se fueron al empezar la noche. El buitre continuó allí, con sus patas agarradas al tronco de su palo. Aquél no había sido el día, quizá mañana, quizá pasado. O quizá un día ya no existiría un quizá. Mejor, pensó, más cómodo si cabe, así nunca tendría que intentar el vuelo.

Al día siguiente, en el aeropuerto, ella debía coger un avión. Dos mil kilómetros de tierra de este planeta les separarían. Dos mil kilómetros de cielo tendría que recorrer a la fuerza para lograr una ausencia no deseada. El la abrazó, la miró, le dijo. Ella también ...Tengo el corazón aplastado...exclamó una sola voz y dos amantes. Lágrimas mal retenidas, suspiros incontrolados, sonrisas preparadas con demasiada atención como para parecer verdaderas, gafas de sol que ocultaban las miradas que se buscaban en un para siempre, y dolor. Un tremendo y absurdo dolor.

Ella se quedó allí, viéndole caminar de espaldas y en dirección contraria. El se dio la vuelta, viéndola avanzar hacia dentro. El hacia fuera. Ella pequeña, lejana. El borroso, apenas un punto en la lejanía que, con una mano alzada le decía adiós. Ella, un sueño. El, un recuerdo. Y después, la crueldad.

Porque es una crueldad que la vida separe a los amantes. Porque es una crueldad que el mundo aleje a las personas y que las circunstancias de un pasado por separado, no permitan que el futuro sea conjunto. Porque es cruel que uno desee luchar y el otro sólamente sueñe. Porque como el buitre, los seres humanos temen, sienten, y sufren. Y pueden elegir arriesgar o continuar sufriendo en el viaje de sus vidas. Y pueden perder o pueden ganar. Y pueden construir escaleras o pueden esperar a que el destino las construya, sin saber que Dios, sólo agrega los materiales. Sí, es muy duro ser albañil cuando nunca se ha construido nada. Puede que sea menos duro, no volar.



Antes de despedirse, él le preguntó a ella si creía que el buitre se atrevería a alzar un día el vuelo. Ella respondió que sabía que al menos lo intentaría. Después, bajó un primer escalón que construyó desde la ausencia, desde la cruda sorpresa de una vida echada abajo; desde la amargura de un partir de cero, desde un vacío mayor que el de aquel buitre; desde la nada; desde el no amor con el amor de él; con el amor de ella; con la pasión de alguien que sin armas, decide luchar por encima de todo y de todos, con la dulzura de la confianza inocente, con la ingenuidad de creerse amada y el empeño en ser feliz.

El, se agarró al tronco de su palo con la fuerza invencible del miedo, la pereza, y el conformismo. El no voló. El mintió, a ella y a su propio corazón. El vivió. Ella se sintió muerta.

Y yo, el buitre, he llegado esta mañana con mis alas hasta el aeropuerto, porque quiero que me enseñen a volar los aviones. He visto despegar uno, rumbo a la nada. Y es que el amor, sólo a unos pocos seres nos da alas, y a muchos menos les dice, como utilizarlas.

"32 maneras de escribir un viaje"

Cháfer Reig


jueves, 5 de mayo de 2011

Cartas a Julieta

Querida Claire:

"y" y ‘si’…son tres letras que en si mismas no suponen ninguna amenaza. Pero si las colocamos una al lado de la otra…podrían atormentarnos el resto de nuestra vida. ¿Y si?....¿Y si?.....¿Y si?....

No sé cómo terminaría su historia, pero, si, que sintió un gran amor porque nunca es demasiado tarde. Si entonces fue grande, ¿por qué no iba a serlo ahora?. Sólo le falta valor para seguir a su corazón.

No sé lo que se siente al amar como Julieta, un amor por el que se abandona a los seres queridos, un amor por el que se cruzan océanos pero me gustaría creer si alguna vez lo siento, tendré el valor de aprovecharlo. Claire si usted no lo hizo espero que algún día si lo haga.

Con todo mi amor:

"Julieta”

martes, 3 de mayo de 2011

La amante de Bolzano



¿Quieres que te diga lo que es la vida? He reflexionado mucho sobre ello. Porque tú no has sido el único que has vivido en una prisión... yo también he vivido en una prisión durante todos estos años, aunque no haya tenido que dormir en un jergón de paja. La vida, querido, es plenitud. La vida es cuando un hombre y una mujer se encuentran porque están hechos el uno para el otro, porque tienen algo en común, porque tienen que ver el uno con el otro, como la lluvia que cae sobre el mar y vuelve a renacer con él, creándose y recreándose mutuamente, y siendo el uno condición del otro. Y esa plenitud crea algo, crea la armonía, y esa armonía es la vida. Sucede pocas veces entre los seres humanos...



Yo para ti soy la vida, amor mío, la única mujer que significa la plenitud en la vida; sin mí, no eres plenamente hombre, ni plenamente artista, ni jugador ni viajero, de la misma forma que yo tampoco soy plenamente mujer sin ti, sino tan sólo una sombra, relegada en algún lugar del infierno. ¿Lo entiendes ahora? Porque yo sí lo entiendo.


...Tendré que enterarme de por qué huyes de los sentimientos y de la felicidad. Y cuando al fin conozca tu secreto, tendré que enseñarte ese triste saber, no con palabras, no diciéndotelo, porque un saber transmitido así provoca temor y no ayuda... Las palabras, aunque sean exactas, sólo mencionan y desvelan los secretos de los hombres y las mujeres, no los resuelven, y tú seguramente lo sabes bien, tú, el escritor...


... Tendré que enterarme de qué es lo que tanto deseas que no te atreves a confesártelo ni siquiera a ti mismo, y luego tendré que callar ese secreto delante de ti, porque mis palabras sólo conseguirían herirte... por eso tendré que callar y guardar tu secreto en mi corazón.


... Pero sólo tú podrás revelar con palabras tu secreto. Yo no podré hacer otra cosa más que esperar, atender, enterarme, y luego transmitirte sin palabras ese saber y ese secreto, con todo mi ser, con mi vida y mi cuerpo, con mi callar y mis besos, con mi manera de comportarme. Eso es lo que tengo que hacer porque te amo. Y por eso tú tienes miedo, por eso tienes miedo de la vida y de la plenitud, porque ni del suplicio ni de la horca siente uno tanto miedo como de sí mismo, como del secreto que no se atreve ni a afrontar.


¿Nos irá todo mejor después, amor mío?... No lo sé. Será todo más sencillo, mucho más sencillo. En ambos escenarios, en la cama y en el mundo, seremos cómplices al saberlo todo sobre nosotros mismos y también sobre el público, y así nunca más tendremos miedo a actuar. Porque el amor es también complicidad y alianza, no solamente fiebre y juramentos, lágrimas y gritos, una alianza firme y seria. Y yo seré leal a esta alianza hasta la muerte.


... No te digo "estoy aquí, soy tuya, llévame contigo", porque esas palabras son absurdas. Pero has de saber que, aunque no me lleves contigo ahora, yo seguiré esperándote, eternamente y en secreto, hasta que vuelvas a acordarte de mí... No necesito jurarlo ni prometerlo porque conozco la realidad, amor mío, y la realidad es que tú eres el verdadero hombre de mi vida.


... Tendrás que quitarte muchas máscaras hasta que yo pueda ver y conocer tu auténtico rostro. Pero sé con certeza que en algún lugar remoto, muy remoto, vive ese rostro tuyo que yo llegaré a ver un día, porque te amo.

Una vez me regalaste un espejo... un espejo es una cosa mágica. Es necesario que nos miremos en el espejo, mucho tiempo y muchas veces, antes de poder conocer nuestro auténtico rostro... alguien que se acerque con verdadera atención a la superficie de un espejo verá de repente esa profundidad, descubrirá cada vez una profundidad mayor, y el rostro que se mira en el espejo se situará cada vez más lejos, y cada día caerá una nueva máscara del rostro contemplado en él, en el espejo...


... Debo transmitirte el valor, el coraje, esas virtudes; debo enseñarte a ser valiente contigo mismo, con nosotros dos, con nuestra causa, que es también, hasta cierto punto, un crimen y un atentado, como lo son todas las causas verdaderas de este mundo. No temas porque te amo. ¿Es eso suficiente?


... Perdóname amor mío si mi amor es mucho. Sé que es un delito y un pecado. Debes perdonarme. Muy pocos aguantan el amor pleno porque significa siempre un deber pleno, una plena responsabilidad. Y ésos son mi único delito y mi único pecado contra ti; perdónamelos. Nunca te pediré más. Haré todo lo posible para que no sufras por ello.


... Yo no entiendo el orden de las cosas humanas, G., y tan sólo empiezo a atisbar que nada de lo que es importante e inmutable ocurre por casualidad, y también que en el interior de todos nosotros, los hombres y las mujeres, en lo más hondo, hay una mezcla de sentimientos y deseos, de disfraces y papeles, y que hay momentos en que la vida juega con nosotros y tergiversa ligeramente lo que creíamos definitivo e inmutable.


... Mira el fuego, crepita como si intentara decirnos algo. Quizá intente decirnos que es preciso quemarse y destruirse en una pasión, renacer en un sentimiento, porque eso es la plenitud y la vida. Todo lo que ha existido crepitará y se quemará en nuestro amor si tú así lo deseas, si me llevas contigo o si vienes conmigo, lo mismo da, pero todo debe empezar de nuevo, porque así es el gran milagro del amor.


...Te esperaré siempre. Porque lo que existe entre nosotros no puede desaparecer con el tiempo.

lunes, 2 de mayo de 2011

Suspiros de recuerdos

Y comenzó a suspirar y a temblar, agonizante por aquella ceguera que embargaba su alma provocada por una ausencia llena de dolor, una mirada perdida en el infinito, manos vacías de sus caricias lascivas, una boca desgarrada por las palabras que sólo el viento podía escuchar, un corazón carente de emociones electrizantes que lo hicieran funcionar, un cuerpo anhelante de la furia del placer escondido, un ente que ya no sabía por donde vagar, abandonado al olvido, a la habitación de los desesperados, de los lesionados que no sabían como seguir viviendo, al país de los recuerdos, donde el único alimento es la imagen que guardaba en la retina de aquel momento que nunca conseguiría olvidar y que la iría consumiendo hasta reducirla a sus cenizas....