Dragón de fuego

"Soy un fuego inextinguible,
el centro de toda energía,
El corazón firme y heroico.
Soy la verdad y la luz,
En mi imperio abarco el poder y la gloria.
Mi presencia
Dispersa las nubes oscuras.
Y soy el elegido
Para dominar a los Hados".


SOY EL DRAGÓN







martes, 25 de enero de 2011

De pájaro a camello




Conoció a Carolina por casualidad, o no, él siempre pensó que el destino tenía preparado aquel encuentro, como todos los que vinieron después. La primera vez que la vió, sintió una punzada en el estómago, ya le habían hablado de ella, pero el halo de fragilidad, de miedo, que despedía, invitaba de una manera incontrolada a arroparla y protegerla de cualquier cosa, incluso de un pequeño soplo de aire. Su belleza, sutil, encubierta por su timidez. Se enamoró de ella en el primer instante, pero luchó contra este amor con todas sus fuerzas.

Él sabía que Carolina no era tan frágil como parecía, día tras otro, durante tres años, intentó alejarla con excusas baratas, inverosímiles, pero ella no se iba, cada vez pedía más, su voluntad era inquebrantable y él, él no se sentía capaz de abandonarla. Estaba enganchado a sus besos, al dulce aroma que desprendía su piel blanquecina adornada con múltiples lunares, a su férrea voluntad de amarlo. A pesar de no poder vivir sin ella, algo le impedía entregarse por completo y disfrutar de su relación, la juventud, el orgullo, la comodidad... asi que el círculo vicioso de las excusas siguió y siguió. Hasta que un día, Carolina desapareció, sin una explicación, sin una llamada, tan solo un sms:  Adiós.

Vagó, deambuló por la vida, maldiciéndose, recordando a Carolina cada anochecer, releyendo sus cartas, intentando comprender, y comprendió, que a pesar de todo, ella era la fuerte, la yonki, la que esnifaba sus excusas en un segundo, la que le hacía tocar las nubes con un leve roce de sus labios. Ya nada importaba, sólo sería arcilla en manos de la primera mujer que quisiera moldearlo, y asi, pasados unos meses, se encontró casado.

De nuevo el destino quiso que se encontrasen, en el lugar menos pensando, un restop de autopista, a 500 kms de sus respectivas ciudades. La miró, estaba muy delgada, pero seguía siendo sutilmente bella, parecía más triste que de costumbre, más frágil, más delicada, y de nuevo le invadieron las viejas de ganas de protegerla de la caricia del sol y de la brisa. Sus miradas se encontraron, ella se acercó, le pasó la mano por el cabello y sin decir nada posó sus labios en los suyos, como si relamiera la última cucharada de una gran copa de helado, con ansia controlada, con una pasión calmada, como el yonki que no quiere reventarse los brazos y posa la goma con cuidado alrededor del brazo, buscando la vena con la calma que no tiene. El se asió a ella, como un náufrago que va a la deriva y encuentra una tabla vagando por el agua, la necesitaba, su vida al lado de la moldeadora de arcilla carecía de sentido, de emoción y de sentimiento, con la moldeadora todo era gris.

Él siempre trató de encontrar la manera de deshacerse de su esposa, pero se le perdieron las fuerzas por el camino, nunca tuvo decisión ni valor para enfrentar las cosas, y mientras el tiempo pasaba seguía disfrutando de Carolina, podía amarla cuánto y cuándo quisiera, ella siempre estaba dispuesta para él, con Carolina todo era tan fácil. Cuando hacían el amor, ella le pedía que le dijera que abandonaría a su mujer, que la amaría siempre, que envejecerían juntos, y él lo hacía, se lo susurraba convencido de que lo haría, pero cuando llegaba el amanecer, todo se tornaba difícil. Con el paso de los años, Carolina demandaba sexo más agresivo, más promesas vacías, y se afilaba su rostro, la mirada un día dulce se volvió felina, hasta que llegó el momento, que él se dió cuenta de que era la última vez que estarían juntos, sabía que la cosa no terminaría con un simple adiós, pero estaba preparado, cuando Carolina le engulló, fue feliz, por fin estaba donde quería estar....

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vía libre para circular por esta autopista hacia el Cielo