Dragón de fuego

"Soy un fuego inextinguible,
el centro de toda energía,
El corazón firme y heroico.
Soy la verdad y la luz,
En mi imperio abarco el poder y la gloria.
Mi presencia
Dispersa las nubes oscuras.
Y soy el elegido
Para dominar a los Hados".


SOY EL DRAGÓN







lunes, 24 de enero de 2011

Las drogas de Carolina



Carolina piensa que quizá es la hora de desengacharse, hace muchos años que es una yonki, demasiados años drogándose, demasiados años de erosión en su delicado cuerpo y en su inestable mente.


Su adicción comenzó cuando contaba con veintiún años, probó las excusas baratas y ya no pudo dejarlas, aunque en realidad, echando la vista atrás, siempre navegó por la oscuridad y el drama. A los quince su libro favorito era Madame Bovary, ya le habían roto el corazón y se había bebido sus propias lágrimas mezcladas con sangre.

Con dieciocho comenzó su primera relación seria, marcada por el miedo y la sumisión, las heridas del corazón comienzan a hacerse más profundas, más hondas. Durante tres años manejó la situación como pudo, intentando ser “normal”, pero Carolina ya intuía que no lo era, su aspecto angelical sólo escondía las tinieblas que llevaba dentro, el animal a punto de ser depredado que se escapa en el último momento dando un arañazo casi mortal al depredador. Así, dio un zarpazo el día menos esperado a su agresivo novio, sumiéndole en una depresión y siguió adelante sin mirar atrás.

Fue entonces cuando conoció a su siguiente pareja, el que haría de ella una yonki, le dio a probar las excusas baratas y Carolina se dio cuenta que eran un bálsamo para las profundas y hondas heridas de su corazón, así que se asió a ellas, un día tras otro. Su novio era capaz de inventar las excusas más inverosímiles para justificar sus ausencias o sus faltas de afecto, las no llamadas, los plantones, y ella aspiraba cada una de estas excusas hasta lo más profundo de su ser, calmando los dolores, conteniendo las lágrimas, apaciguando al pequeño depredado que dormía en su ropa interior. Pero, llegó el momento, pasados tres años, en que las excusas baratas comenzaron a repetirse, a Carolina ya no le hacían el mismo efecto, volvió a dar media vuelta y a buscar drogas más fuertes, que calmaran su sed de lágrimas y sangre propias, que arrancasen el melodrama de su corazón malherido.

Vagando de unos brazos a otros, sin encontrar nada que disparase su adrenalina, bailando con la muerte sin sentir nada, salvo confort, drogándose de excusas que no le servían mucho, Carolina había resuelto emular a Emma Bovary engullendo arsénico y flotar a la deriva “forever and ever”, como le gustaba decir a ella. Fue entonces cuando él, volvió, el que la hizo una yonki, ahora casado con otra, le trajo nuevas emociones, esta vez más fuertes, las promesas vacías. Durante diez años, Carolina se ha drogado día tras día, encuentros en moteles de carretera, sexo descontrolado, aderezado de promesas vacías al oído, porque él sabía lo que ella necesitaba, y cada vez le daba más. Carolina empeñó todo para poder drogarse durante estos años: tiempo, alegría, libertad, amor verdadero, su único objetivo era trabajar y ganar dinero para costear los gastos derivados de su adicción: llamadas de teléfono, internet, viajes, moteles… Su amante lo hizo bien, mantuvo a Carolina totalmente enganchada a sus promesas vacías, le dio estabilidad en su inestabilidad, ella siempre creyó en esas promesas vacías, por eso cada amanecer necesitaba más y más.
Hoy algo ha cambiado en Carolina, su amante le ha confesado que va a ser padre, el pequeño depredado, dormido desde no sé sabe cuando, ha despertado, pero esta vez no ha despertado con hambre de huída, esta vez tiene sed de sangre ajena.

En el motel ha quedado un cuerpo descuartizado mientras por las calles hay una yonki menos.

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