Dragón de fuego

"Soy un fuego inextinguible,
el centro de toda energía,
El corazón firme y heroico.
Soy la verdad y la luz,
En mi imperio abarco el poder y la gloria.
Mi presencia
Dispersa las nubes oscuras.
Y soy el elegido
Para dominar a los Hados".


SOY EL DRAGÓN







martes, 15 de marzo de 2011

Destruido mundo de ensoñaciones




Sobre una gran nube blanca, esponjosa, almidonada, mullida. Era allí donde guardaba sus sueños y anhelos.
Nunca fue una niña normal. Siempre se rodeó de amigos imaginarios, los únicos que compartían con ella el amor por la lectura, y por vivir aventuras sin moverse de la alfombra de su habitación. No jugaba con muñecas, no tenía juegos de té. Coleccionaba cuentos únicamente. Y asi fue encerrándose cada vez más en un mundo de ensoñaciones perpetuas. Nunca compartió tesoros, ni secretos, se perdió en aquel universo donde estaba bien posicionada a salvo del dolor.

Cuando creció, no perdió su espíritu imaginativo y evasivo, amoldaba la vida a sus ensoñaciones, adaptando la verdad a su antojo, creando films que se representaban en su cerebro. Hasta que un día alguien llamó a la puerta de sus fantasías, y le abrió, pidió este alguien tocar dentro, pasear por aquel universo virgen, que no había pisado nadie. Juntos pasaron momentos felices alejados de la existencia de la mundanal orbe a la que pertenecían, pero este tipo de vida, ilusoria, es efímera para aquellos que no han nacido con el don de sentirla desde el comienzo de sus días. Cansado de vagar errante de nube en nube, destruyó su universo, bello pero frágil, haciendo estrellar su cuerpo contra el frío suelo de la realidad.

Su diario se tornó blanco, y aunque intentó seguir el camino de baldosas amarillas, el color se había difuminado. Perdió su modo de vida, perdió las ganas de seguir en este mundo gris, vacío para ella, sin alicientes. Guiarse por sus palabras, por sus miradas, darle la mano para construir un nuevo castillo en el aire, fue su perdición. Dejó de sentir, de pensar, sólo veía a lo lejos una luz que le llamaba, que le decía que ya no era dueña de su cuerpo, al principio su apatía le impidió seguirla. Cuando se cansó de arrancarse el alma por el dolor, caminó hacia aquella luz que susurraba su nombre sutilmente, se dejó abrazar por el calor que emanaba, se fundieron y asi descansó en paz.

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