Pero qué triste realidad me has ofrecido, qué decepción tan grande haberte conocido, ¿quién sabe, Dios, quién sabe, Dios, por qué te puso en mi camino?
Dragón de fuego
"Soy un fuego inextinguible,
el centro de toda energía,
El corazón firme y heroico.
Soy la verdad y la luz,
En mi imperio abarco el poder y la gloria.
Mi presencia
Dispersa las nubes oscuras.
Y soy el elegido
Para dominar a los Hados".
En este mundo que vivimos, donde sólo damos importancia a lo material, hay tradiciones que se consideran deben ser conservadas como Patrimonio inmateria de la Humanidad, y yo, no puedo estar más de acuerdo.
Muchas veces he linkado canciones mexicanas, que hoy no sea menos.
Ebrio de trementina y largos besos, estival, el velero de las rosas dirijo, torcido hacia la muerte del delgado día, cimentado en el sólido frenesí marino.
Pálido y amarrado a mi agua devorante cruzo en el agrio olor del clima descubierto, aún vestido de gris y sonidos amargos, y una cimera triste de abandonada espuma.
Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única, lunar, solar, ardiente y frío, repentino, dormido en la garganta de las afortunadas islas blancas y dulces como caderas frescas.
Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos locamente cargado de eléctricas gestiones, de modo heroico dividido en sueños y embriagadoras rosas practicándose en mí.
Aguas arriba, en medio de las olas externas, tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos como un pez infinitamente pegado a mi alma rápido y lento en la energía subceleste.
"Pablo Neruda, 20 poemas y una canción triste de amor"
Mientras tengo la gran suerte de que el sol, a pesar de ser Diciembre, mi mes talismán, siga acariciando mi rostro, con la caricia cálida y suave que intenta paciguar mi alma y mi pena, me escucho, porque todas las canciones, todas, me hablan de mi.
En un edificio extraño, el ascensor se estropea una planta antes de llegar a su destino, una habitación semejante a la de un hotel, nada personal: una cama, escritorio, ropa de cama blanca, siempre blanca.
Cuando baja, le sorprende el salón al que da acceso el ascensor, nunca ha estado allí. Mesas rodeadas de multitud de gente, pero entre el gentío, en medio del caos, él, divisa su sonrisa. Han pasado muchos años, ya no le tiemblan las piernas, ya no se le encoge el estómago. Se acerca, él toma su mano, como si fuese ayer la última vez que se han visto. Hunde su cabeza entre su cabello y su cuello, no hay besos, simplemente contactan sus pieles, masculla entre dientes que la ha echado de menos, mientras mueven su cabeza como lo harían los perros cuando se frotan contra la pierna de su amo. Él le pregunta si le gustaría ir a dar una vuelta, a dar un paseo por las nubes, ella le dice que espere, tiene que subir a cambiarse. Le mira fijamente, con la seguridad que nunca tuvo, con la seguridad que él siempre consiguió arrebatarle, y le susurra: dame un beso. Es un beso sutil, delicado, suave, pero de los que adelantan la lengua a los labios, como en cámara lenta. Las manos de él aprisionan su cintura con tanta fuerza que la química que siempre hubo entre ellos se dispara hasta cotas insospechadas, ella se piensa durante un segundo invitarle a su habitación, pero se rompe la magia, ya no puede ser ni en sueños, el daño ha sido irreparable.
Todos estos días he echado de menos el blog, mi cuaderno de desahogo, que aunque nadie entienda, me entiendo yo.
Pasillos blancos, baile de batas blancas y camisones azules. A pesar de las flores, no deja de ser frustante la falta de libertad, ¿asi se sentirán los presos?, al menos ellos pueden salir un rato al patio.
Ya estoy en casa.
Será que se nota el paso del tiempo, que cierra las cicatrices del alma, yo como soy discípulo del viento, me siento a esperar que llegue la calma. Será que le doy demasiadas vueltas y mil veces caigo en la misma trampa, menos mal que duermo a pierna suelta, yo nunca pierdo toda la esperanza. Será que alguna veces me emborracho con el licor de todos los licores, y no soy mucho más que un mamarracho, que sólo busca huir de sus temores, en la primavera se me escapa corriendo por las aceras, en la primavera que se me escapa volando donde tú quieras. Creo que si vale la pena,y a veces cuando estoy solo conmigo y se apagan las luces de mi casa, universo busca su propio ombligo y ojo de un huracán que todo arrasa, y no quiero preguntar donde vamos, no quiero saber de donde venimos sólo sé que tengo el tiempo de mi manos si te quedas un ratito conmigo, en la primavera....
Que las tristezas valen la pena cuando tus ojos quieren llorar pero me disimulan de reojo, todas las flores florecen después de la tormenta, que voy a hacerle si tus besos me saben a menta, en la primavera.....
Tendida,
piedra hecha de mediodía,
ojos entrecerrados donde el blanco azulea,
entornada sonrisa.
Te incorporas a medias y sacudes tu melena de león.
Luego te tiendes,
delgada estría de lava en la roca,
rayo dormido.
Mientras duermes te acaricio y te pulo
hacha esbelta,
flecha con que incendio la noche.
Proyectar la ira de tus inseguridades contra mi, no hace que el problema desaparezca. Duermes con el enemigo, ¿cuánto tiempo tardarás en darte cuentta?.
Cada uno es libre de hacer lo que quiera, es responsable de su conciencia y de sus actos, pero a mi nadie me puede convencer de que ésto (semana 13, el aborto es libre hasta la semana 14 de gestación) no es una vida.
Cristales de tu ausencia acribillan mi voz,
que se esparce en la noche
por el glacial desierto de mi alcoba.
-Yo quisiera ser ángel y soy loba-.
Yo quisiera ser luminosamente tuya
y soy oscuramente mía.
"La sombra triste, con aroma a muerte, que por un instante se imprime en el corazón de quien ve partir a alguien, ¿es realmente idéntica a la de quien parte?."
Hablar es tan fácil, escribir aún lo es más.... Las personas que hablamos poco, que tenemos en ciertas ocasiones problemas para expresarnos, estamos compensados con valor para actuar y no dejar que las palabras se las lleve el viento.
A veces, sueño que beso a mujeres. La boca de una mujer es extremadamente deliciosa y suave, mucho más que la de un hombre, la piel, aunque suave y ligeramente dulce, menos sabrosa.
Si, soy una de esas personas que se ponen nerviosas con el fútbol, y hoy, jornada de reflexión, me he dedicado a rezar a la Pilarica para que mi equipo, ese que tiene jugadores que no cobran la ficha desde hace dos años pero no hacen huelga, no dejan de correr ni de luchar; ese equipo que apenas sale en las noticias, salvo para especular con su posible venta; ese equipo que tiene una afición que a pesar de sufrir partido tras partido, no se va nunca. Ese es mi equipo, el que no gana ligas, el que no tiene dinero, el que tiene un dueño que es un chorizo y un ladrón, como casi todos los políticos de este país.
¿Qué es el amante; qué, el amado? Su diferencia no es de cantidad, sino de calidad. En toda relación amorosa hay, en último término, un devoto y un dios, un esclavo y un amo. Hay quien rompe a hablar y quien responde.
El papel de amante y el de amado nada tienen que ver con la postura física: es algo interior y más trascendental, algo invariable hasta la muerte.
El amor es como una comedia, bien o mal escrita, y todos nacemos con los papeles repartidos. Todos, al nacer, traemos debajo del brazo el papel de protagonista o de antagonista, el papel de amante o el papel de amado. No de una manera rígida. El amante también se siente correspondido y el amado también corresponde. Pero esencialmente cada uno ya sabe, al nacer, cuál es su papel. Tiene que aprenderlo con certidumbre, tiene que asegurarse. Por supuesto que ese amante y ese amado luchan por el protagonismo de la comedia. Pero cada uno sabe cuál es su papel en esa batalla incruenta, en esa hermosa batalla fingida tantas veces, del amor.
Se empeñan los que aman en actuar como si fuesen los amados. En que se les arranque, como a la fuerza, lo que están deseando otorgar. Es su doliente forma de mentirse. Desean colocarse en la posición del otro y empiezan entonces a perder realmente la partida. Existen seres dulces, tibios, a los que hay que mimar, ante los que hay que tomar la iniciativa. Bastante hacen ya con abandonarse al capricho de los otros: no se les debe exigir más que eso. Les llegará quizá el momento en que sean ellos los amantes y en que sufran lo que ahora hacen sufrir. Pero antes de ese momento no se les puede imponer lo que no sienten, de lo que apenas si caen en la cuenta. "Ah, sí", dicen y recuerdan vagamente que tienen una amante y se enorgullecen un poquito y responden, con cierto fuego o, mejor, sin desviar mucho la atención, a las caricias. Sin embargo, cuando éstas son demasiado numerosas, demasiado insatisfechas, vuelven con hartura la cabeza, con un gesto de niño contrariado en los labios y el entrecejo fruncido, y se defienden pensando en otra cosa. "Está bien. Déjame leer un poco." Mientras al amante le sabe a sangre la boca y se desprecia a sí mismo, bien porque no sirve para hacerse corresponder, bien porque, a pesar de ello, no puede dejar de desearlo.
El amante tiene mejor prensa que el amado. El amante siempre dice: «Caramba, apostar la vida entera, que pongo yo en el tapete verde, contra tres duros que pone el amado, siempre es perder. Porque ¿qué es ganar tres duros a riesgo de perder la vida?» Sí, pero es que el amante gana tres duros cada tres minutos. Llega un momento en que esa buena prensa hay que cuestionarla, porque el que está pendiente del amante es el amado. El amado es irremisible. Realmente, el amante se satisface con el amor conseguido y, a veces, de pronto, vuelve la cara hacia otra cosa y el amado se queda sin la luz, porque recibe la luz a través del amante. Yo estoy ahora muy de parte del amado: se le ha hecho injusticia. El amante, cuando se va, recoge toda la parafernalia con que había adornado al amado: las velas rizadas, las joyas, los mantos bordados, como una virgen sevillana, se lo lleva todo y se lo pone a otra imagen. Y se queda absolutamente desvalido el amado. Yo estoy con los perdedores y me parece que el amado puede ser el más perdedor en el amor.
En la vida de alguien, siempre hay un momento en que existe otro alguien. Un alguien que casi suple la existencia de aquél que le siente, que le ama, que sólo es feliz ante su presencia.
Ella también tuvo un alguien una vez. Y supongo que ese alguien también la tuvo a ella. Sólo los vi unos minutos y ese tiempo me bastó para sentirles, para llenarme de su amor. Fue en una exhibición de vuelo de águilas y halcones, en un lugar hermoso, aún más hermoso con ellos allí. Hablaban bajito, casi susurraban, como queriendo evitar que alguien pudiera oírles. Como si no quisieran que nadie les viera tampoco, mantenían las manos unidas, ocultas entre sus cuerpos muy juntos, sentados en una de las gradas desde donde disfrutaban de la exhibición. No se cogían las manos como suelen hacer los novios, uniendo dos momentos, el de él y el de ella, porque al parecer, no lo eran. Sus manos no estaban quietas, tranquilas, una mano no calmaba el ansia de la otra. No, aquellas dos manos, la izquierda de él, grande, de dedos largos de uñas cortas, de piel morena, fina, fuerte; y la derecha de ella, infinitamente menor pero también grande para una mujer pequeña, de dedos largos de uñas pintadas de rojo vino, de piel suave, y también fuerte. Mientras un halcón daba vueltas sobre sus cabezas alzadas mirando al cielo de aquella tarde europea, aquellas dos manos hacían el amor. Dedos entre dedos, palma sobre palma, uñas acariciando, rascando la piel. Aquel hombre y aquella mujer se amaban tan fuertemente en ese instante, que sus manos temblaban ante el roce de sus pieles entre tanto apasionado movimiento.
Lo mismo ocurría con sus miradas. Los ojos de él buscaban los de ella en cada cese, en cada descuido, en cada instante de soledad buscada y nunca conseguida. Sus cuerpos pegados el uno al otro sobre un asiento de piedra, lado a lado, ropa con ropa, la piel de gallina al ver un águila volar hasta el potente brazo del monitor de vuelo, o domador, o como quiera que se llame el que enseña a las aves, a volar en círculo.
Los labios de ella, pequeños, redondeados, pintados de fucsia, una boca de beso que dibujaba una sonrisa eterna. Parecía que, pensara lo que pensara su mente, hablara de lo que hablara su lengua, hiciera lo que hiciera su ser, la sonrisa existía por sí sola, haciéndose dueña de su rostro durante aquel amor fascinante. La boca de él, de labios finos, parecía esperar siempre un beso, su beso.
Tras ellos se extendía un paisaje de algún lugar de Europa. Un campo verde y lejano, un río grande de agua gris aún más lejano, un cielo azul de nubes blancas con aves que lo sobrevolaban; y vacío, el temido vacío de una pronta separación. Apenas quedaban doce horas para decir adiós. Una noche. Una sola noche que además no compartirían sino a través de sus sueños, y después, la nada, la puñalada, la sentencia, la falta fatal del otro. La ausencia a bocajarro de aquella repentina felicidad. Porque al parecer, hay amores en los que todo es repentino, y apenas eso, en tan poco tiempo, se puede aprender a soportar.
El le había hablado a ella de sus sueños muchas veces. Las veces en las que jugaban a planear un futuro, las veces que soñaban con una nueva vida, las veces en que la palabra siempre, aparecía en su conversación, en todos los idiomas. El le había dicho que nunca su corazón había sentido tanto ni tan fuerte hacia ninguna otra mujer, que nunca había echado tanto de menos a alguien teniéndola aún tan cerca, que nunca nada como con ella, que la quería, que estaba enamorado, que un amor así sólo se tiene una vez en la vida y en algunas vidas, no se tiene nunca. El se había dicho a sí mismo y a ella, que tenía suerte de haberla encontrado, que agradecía a Dios su mera existencia, porque ella era un regalo.
Ella también le había hablado algunas veces. Le había dicho casi las mismas cosas y si no, las había sentido que casi era lo mismo. Pero ella había hecho algo más con las palabras de él, las había creído. Las había tomado, mimado, cuidado, y sin apenas darse cuenta las había hecho completamente suyas, sin advertir que las palabras no son propiedad de nadie y que, como aquellas aves, vuelan y vuelan en redondo hasta que un día, sin que nadie sepa por qué, se escapan y ya nunca vuelven a regresar.
Aquella tarde, él le tradujo una historia que el monitor del vuelo de las aves había contado. Era la historia de un buitre. Un buitre que se mantenía erguido sobre su palo y que miraba al vacío sin descansar. Había nacido en cautividad. Había crecido en una jaula. Nadie le había enseñado a vivir, tampoco a sobrevivir. Nadie le había enseñado a ser buitre ni a hacer nada de lo que hacen los buitres, como por ejemplo, volar.
¡Qué ironía, que nadie se hubiera ocupado de enseñar a volar a un buitre!, se preguntó ella. Porque ocurre que cuando los seres nacen atados, encerrados, sea de la materia que sean sus barrotes, hierro o temor, sería justo que hubiera alguien que les enseñara a volar. Quizá sólo por ese quizá. Quizá por un por si acaso. Quizá por un...algún día.
Una vez liberado al llegar a su madurez, una vez trasladado a aquel lugar donde la libertad se le entregaba de repente, como un juguete sin libro de instrucciones, el buitre no supo jugar. Y decidió esperar a que llegaran mejores tiempos, como antes, como cuando aún vivía enjaulado lo hizo porque se dio cuenta de algo muy importante, que tan sólo había cambiado la materia de la que estaban hechos sus barrotes, pero que
continuaba enjaulado, y se dijo...¿Cómo saltar al vacío cuando nadie lo rellena? ¿Cómo volar cuando las alas se cierran y se paralizan ante el miedo? ¿Cómo moverse siquiera ante la magna idea del incierto futuro, cuya ignorancia nunca nos protege?...
El, acabó de traducir la historia y como el buitre, hubiera deseado tener ante sí, en lugar de vacío, una escalera por la que bajar con la seguridad de un rellano a cada pocos escalones, con su barandilla por si había un tropiezo, con su poco a poco, con su largura, con su final tardío, con su paciente espera, y con la sencilla alegría de un ...será...mal dicho y en un imperfecto futuro sin declinar.
Ella, acabó de escuchar la historia y como el buitre, se sintió temerosa y temblando, también hubiera deseado una plácida escalera e incluso un ascensor. Pero sólo vio vacío ante sus ojos. Ella, le miró a él e intentó asumirlo. Aún no estaba todo perdido, pensó. Las escaleras no se construían solas, sin duda, alguien las había hecho.
Los amantes se fueron al empezar la noche. El buitre continuó allí, con sus patas agarradas al tronco de su palo. Aquél no había sido el día, quizá mañana, quizá pasado. O quizá un día ya no existiría un quizá. Mejor, pensó, más cómodo si cabe, así nunca tendría que intentar el vuelo.
Al día siguiente, en el aeropuerto, ella debía coger un avión. Dos mil kilómetros de tierra de este planeta les separarían. Dos mil kilómetros de cielo tendría que recorrer a la fuerza para lograr una ausencia no deseada. El la abrazó, la miró, le dijo. Ella también ...Tengo el corazón aplastado...exclamó una sola voz y dos amantes. Lágrimas mal retenidas, suspiros incontrolados, sonrisas preparadas con demasiada atención como para parecer verdaderas, gafas de sol que ocultaban las miradas que se buscaban en un para siempre, y dolor. Un tremendo y absurdo dolor.
Ella se quedó allí, viéndole caminar de espaldas y en dirección contraria. El se dio la vuelta, viéndola avanzar hacia dentro. El hacia fuera. Ella pequeña, lejana. El borroso, apenas un punto en la lejanía que, con una mano alzada le decía adiós. Ella, un sueño. El, un recuerdo. Y después, la crueldad.
Porque es una crueldad que la vida separe a los amantes. Porque es una crueldad que el mundo aleje a las personas y que las circunstancias de un pasado por separado, no permitan que el futuro sea conjunto. Porque es cruel que uno desee luchar y el otro sólamente sueñe. Porque como el buitre, los seres humanos temen, sienten, y sufren. Y pueden elegir arriesgar o continuar sufriendo en el viaje de sus vidas. Y pueden perder o pueden ganar. Y pueden construir escaleras o pueden esperar a que el destino las construya, sin saber que Dios, sólo agrega los materiales. Sí, es muy duro ser albañil cuando nunca se ha construido nada. Puede que sea menos duro, no volar.
Antes de despedirse, él le preguntó a ella si creía que el buitre se atrevería a alzar un día el vuelo. Ella respondió que sabía que al menos lo intentaría. Después, bajó un primer escalón que construyó desde la ausencia, desde la cruda sorpresa de una vida echada abajo; desde la amargura de un partir de cero, desde un vacío mayor que el de aquel buitre; desde la nada; desde el no amor con el amor de él; con el amor de ella; con la pasión de alguien que sin armas, decide luchar por encima de todo y de todos, con la dulzura de la confianza inocente, con la ingenuidad de creerse amada y el empeño en ser feliz.
El, se agarró al tronco de su palo con la fuerza invencible del miedo, la pereza, y el conformismo. El no voló. El mintió, a ella y a su propio corazón. El vivió. Ella se sintió muerta.
Y yo, el buitre, he llegado esta mañana con mis alas hasta el aeropuerto, porque quiero que me enseñen a volar los aviones. He visto despegar uno, rumbo a la nada. Y es que el amor, sólo a unos pocos seres nos da alas, y a muchos menos les dice, como utilizarlas.
"y" y ‘si’…son tres letras que en si mismas no suponen ninguna amenaza. Pero si las colocamos una al lado de la otra…podrían atormentarnos el resto de nuestra vida. ¿Y si?....¿Y si?.....¿Y si?....
No sé cómo terminaría su historia, pero, si, que sintió un gran amor porque nunca es demasiado tarde. Si entonces fue grande, ¿por qué no iba a serlo ahora?. Sólo le falta valor para seguir a su corazón.
No sé lo que se siente al amar como Julieta, un amor por el que se abandona a los seres queridos, un amor por el que se cruzan océanos pero me gustaría creer si alguna vez lo siento, tendré el valor de aprovecharlo. Claire si usted no lo hizo espero que algún día si lo haga.
¿Quieres que te diga lo que es la vida? He reflexionado mucho sobre ello. Porque tú no has sido el único que has vivido en una prisión... yo también he vivido en una prisión durante todos estos años, aunque no haya tenido que dormir en un jergón de paja. La vida, querido, es plenitud. La vida es cuando un hombre y una mujer se encuentran porque están hechos el uno para el otro, porque tienen algo en común, porque tienen que ver el uno con el otro, como la lluvia que cae sobre el mar y vuelve a renacer con él, creándose y recreándose mutuamente, y siendo el uno condición del otro. Y esa plenitud crea algo, crea la armonía, y esa armonía es la vida. Sucede pocas veces entre los seres humanos...
Yo para ti soy la vida, amor mío, la única mujer que significa la plenitud en la vida; sin mí, no eres plenamente hombre, ni plenamente artista, ni jugador ni viajero, de la misma forma que yo tampoco soy plenamente mujer sin ti, sino tan sólo una sombra, relegada en algún lugar del infierno. ¿Lo entiendes ahora? Porque yo sí lo entiendo.
...Tendré que enterarme de por qué huyes de los sentimientos y de la felicidad. Y cuando al fin conozca tu secreto, tendré que enseñarte ese triste saber, no con palabras, no diciéndotelo, porque un saber transmitido así provoca temor y no ayuda... Las palabras, aunque sean exactas, sólo mencionan y desvelan los secretos de los hombres y las mujeres, no los resuelven, y tú seguramente lo sabes bien, tú, el escritor...
... Tendré que enterarme de qué es lo que tanto deseas que no te atreves a confesártelo ni siquiera a ti mismo, y luego tendré que callar ese secreto delante de ti, porque mis palabras sólo conseguirían herirte... por eso tendré que callar y guardar tu secreto en mi corazón.
... Pero sólo tú podrás revelar con palabras tu secreto. Yo no podré hacer otra cosa más que esperar, atender, enterarme, y luego transmitirte sin palabras ese saber y ese secreto, con todo mi ser, con mi vida y mi cuerpo, con mi callar y mis besos, con mi manera de comportarme. Eso es lo que tengo que hacer porque te amo. Y por eso tú tienes miedo, por eso tienes miedo de la vida y de la plenitud, porque ni del suplicio ni de la horca siente uno tanto miedo como de sí mismo, como del secreto que no se atreve ni a afrontar.
¿Nos irá todo mejor después, amor mío?... No lo sé. Será todo más sencillo, mucho más sencillo. En ambos escenarios, en la cama y en el mundo, seremos cómplices al saberlo todo sobre nosotros mismos y también sobre el público, y así nunca más tendremos miedo a actuar. Porque el amor es también complicidad y alianza, no solamente fiebre y juramentos, lágrimas y gritos, una alianza firme y seria. Y yo seré leal a esta alianza hasta la muerte.
... No te digo "estoy aquí, soy tuya, llévame contigo", porque esas palabras son absurdas. Pero has de saber que, aunque no me lleves contigo ahora, yo seguiré esperándote, eternamente y en secreto, hasta que vuelvas a acordarte de mí... No necesito jurarlo ni prometerlo porque conozco la realidad, amor mío, y la realidad es que tú eres el verdadero hombre de mi vida.
... Tendrás que quitarte muchas máscaras hasta que yo pueda ver y conocer tu auténtico rostro. Pero sé con certeza que en algún lugar remoto, muy remoto, vive ese rostro tuyo que yo llegaré a ver un día, porque te amo.
Una vez me regalaste un espejo... un espejo es una cosa mágica. Es necesario que nos miremos en el espejo, mucho tiempo y muchas veces, antes de poder conocer nuestro auténtico rostro... alguien que se acerque con verdadera atención a la superficie de un espejo verá de repente esa profundidad, descubrirá cada vez una profundidad mayor, y el rostro que se mira en el espejo se situará cada vez más lejos, y cada día caerá una nueva máscara del rostro contemplado en él, en el espejo...
... Debo transmitirte el valor, el coraje, esas virtudes; debo enseñarte a ser valiente contigo mismo, con nosotros dos, con nuestra causa, que es también, hasta cierto punto, un crimen y un atentado, como lo son todas las causas verdaderas de este mundo. No temas porque te amo. ¿Es eso suficiente?
... Perdóname amor mío si mi amor es mucho. Sé que es un delito y un pecado. Debes perdonarme. Muy pocos aguantan el amor pleno porque significa siempre un deber pleno, una plena responsabilidad. Y ésos son mi único delito y mi único pecado contra ti; perdónamelos. Nunca te pediré más. Haré todo lo posible para que no sufras por ello.
... Yo no entiendo el orden de las cosas humanas, G., y tan sólo empiezo a atisbar que nada de lo que es importante e inmutable ocurre por casualidad, y también que en el interior de todos nosotros, los hombres y las mujeres, en lo más hondo, hay una mezcla de sentimientos y deseos, de disfraces y papeles, y que hay momentos en que la vida juega con nosotros y tergiversa ligeramente lo que creíamos definitivo e inmutable.
... Mira el fuego, crepita como si intentara decirnos algo. Quizá intente decirnos que es preciso quemarse y destruirse en una pasión, renacer en un sentimiento, porque eso es la plenitud y la vida. Todo lo que ha existido crepitará y se quemará en nuestro amor si tú así lo deseas, si me llevas contigo o si vienes conmigo, lo mismo da, pero todo debe empezar de nuevo, porque así es el gran milagro del amor.
...Te esperaré siempre. Porque lo que existe entre nosotros no puede desaparecer con el tiempo.
Y comenzó a suspirar y a temblar, agonizante por aquella ceguera que embargaba su alma provocada por una ausencia llena de dolor, una mirada perdida en el infinito, manos vacías de sus caricias lascivas, una boca desgarrada por las palabras que sólo el viento podía escuchar, un corazón carente de emociones electrizantes que lo hicieran funcionar, un cuerpo anhelante de la furia del placer escondido, un ente que ya no sabía por donde vagar, abandonado al olvido, a la habitación de los desesperados, de los lesionados que no sabían como seguir viviendo, al país de los recuerdos, donde el único alimento es la imagen que guardaba en la retina de aquel momento que nunca conseguiría olvidar y que la iría consumiendo hasta reducirla a sus cenizas....
Hace unos días perdí casi cien páginas de una "novela" que había escrito. Si fuera Carolina mataría a alguien para calmar la furia que me consume. La hostia!!!!.
- ¿Se acostaría conmigo por 10.000 euros?
- Si
- Esta bien, le doy 100.
-¿Usted quién se ha creído que soy?
- Lo que usted es, lo sabemos los dos. Ahora estamos negociando el precio.
Zeus no podría desatar las redes
de piedra que me cercan. He olvidado
los hombres que antes fui; sigo el odiado
camino de monótonas paredes
que es mi destino. Rectas galerías
que se curvan en círculos secretos
al cabo de los años. Parapetos
que ha agrietado la usura de los días.
En el pálido polvo he descifrado
rastros que temo. El aire me ha traído
en las cóncavas tardes un bramido
o el eco de un bramido desolado.
Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte
es fatigar las largas soledades
que tejen y destejen este Hades
y ansiar mi sangre y devorar mi muerte.
Nos buscamos los dos. Ojalá fuera
éste el último día de la espera.
" Prefiero recordar mis cosquilleos interiores, mis asombros, mis zozobras, mis vacilaciones, mis cambios, mis carencias.... Los prefiero porque puedo moldearlos de acuerdo con el color del tiempo, mientras que un objeto permanece inflexible, yerto, molesto.
Me gustan los hombres del mismo modo, sin desear hacerlos míos. Asi soy para ellos una entre otras, sin un papel que desempeñar, sin existir. No necesito su presencia porque no echo en falta a la gente ausente. Son siempre substituidos o substituibles. Si ellos no lo son, son mis sentimientos hacia ellos. Por esa razón prefiero a los hombres casados, con las manos vestidas de juncos. Me gustan esas manos en mi cuerpo, en mis pechos. Me gustan, porque a pesar de la mezcla de olores, a pesar de la humedad de su piel en la mia, a pesar de la embriaguez, a veces, esos anulares con historia me mantienen alejada, aparte, en la sombra".
Siento que me voy. Me evaporo. La transfusiones de magia ya no activan el corazón, ni el rimel de miel corrige la tristeza. Me llama la oscuridad, me susurra, me jadea, me seduce, me tienta. Poco a poco, paso a paso, me acerco. Y nosotros quedamos atrás, cada vez más lejos. El sexo como una ruleta rusa, contigo o sin ti. A punto de ebullición me evaporo. Desparezco. Ya no soy yo. En mi lugar sólo queda una máscara, una máscara noh.
Una lucha constante sin tregua, sin momento de respiro, detrás de un enemigo otro, intentando resistir sin caer, con la espada aún en mano, buscando el valor y sin perder la concentración para no caer rendido.
Tú, letanía siempre en movimiento, titán reducido a una hoguera escasa, dragón que resurge de las cenizas de su garganta, deidad inmortal frágil como la porcelana, luz que anda entre tinieblas, contradicción que busca contrahacerse, levántate y anda...