Dragón de fuego

"Soy un fuego inextinguible,
el centro de toda energía,
El corazón firme y heroico.
Soy la verdad y la luz,
En mi imperio abarco el poder y la gloria.
Mi presencia
Dispersa las nubes oscuras.
Y soy el elegido
Para dominar a los Hados".


SOY EL DRAGÓN







sábado, 5 de febrero de 2011

Vino

Vino. Siempre le gustó el color vino, es elegante, pero carece de la sobriedad del negro. Paseaba con su vestido de satén, color vino, medias de rejilla, peep toes de tacón fino, y bolso de mano, contoneando las caderas al ritmo de la sensual música que siempre ronda sus pensamientos, poniendo banda sonora a sus emociones controladas.

Carolina había echado a un lado los tejanos y la cazadora de cuero, se había soltado la coleta dejando la larga melena caer sobre su espalda, a modo de cascada, ligeramente ondulada, como si fuera agua recorriendo su espalda. Ya no era la yonki, ahora era ella misma droga pura. El halo de tristeza y fragilidad que desprendía allá por donde pasaba, había desaparecido dando paso a un aroma de ligera sensualidad, lo justo para atraer a las abejas a la miel sin asustarlas.

Se dirigía a una reunión de antiguos alumnos, hacía tiempo que estaba programada, del mismo modo que hacía tiempo que no pensaba asistir, a Carolina nunca le gustó mirar atrás, no tenía relación con sus compañeras del colegio, y salvo con uno de sus mejores amigos tampoco mantenía relaciones con los del instituto. Jamás encajó, siempre fue la triste, la rara, la amante de la poesía y del jazz, la que para ir a una fiesta no cambiaba la cazadora de cuero por un vestidito de pitimini que dejará a la luz todos los encantos que con dicieseis años se pueden tener. Era la que jamás dió una calada a un porro. La que nunca salió con un compañero, o eso creían todos. Ahora Carolina era distinta, tenía dentro de si la parte que le hacía fuerte, se había engullido por completo a su amante con sus excusas baratas y las promesas vacías, ahora con él podía hacía hacer frente al mundo, a las burlas de sus antiguas compañeras, porque más que ellos, eran ellas las que le juzgaban por no seguir el ritmo que las líderes marcaban.

Podía haber llegado acompañada por su gran amigo, pero declinó la oferta, queria llegar sola, después de todo, asi es como pasó aquellos años de instituto. Cuando llegó al restaurante, puntual, en eso no había cambiado, la mayoría de los asistentes eran los chicos, escuchó un leve murmullo acompañado de miradas atónitas, no se podían creer lo que estaban viendo. Besos, abrazos, sonrisas, hipocresía, más besos, más sonrisas más hipocresía, ahora mezclado con deseos que aprietan la entrepierna. Preguntas acerca de su vida, de como han trascurrido estos quince años, Carolina entre lágrimas les cuenta que recientemente se ha quedado viuda, era tan joven y tan guapo... se querían tanto, el trabajo le va fenomenal, es representante de Chanel en España, pero ahora se ha cogido una excedencia para recuperarse del mal trago, seguramente hará un viaje en su pequeño barco por el mediterráneo, para exparcir los restos de su amado incinerado.
Asi Carolina, ya tiene al público en el bolsillo.

Poco a poco iban llegando las chicas, el tiempo causa estragos en los cuerpos femeninos, salvo en unas pocas, la maternidad se hace patente en sus caderas y en sus pechos embutidos como antaño en un sujetador de una talla menos de la precisa. Carolina, sentada en una de las esquinas, esperaba paciente para dar el golpe de impacto, cuando el aforo estaba completo, se disculpó y se levantó al baño. Esta vez los murmullos se apoderan de la sala, miradas de hito en hito, envidias recuperadas con el transcurso del tiempo, la vida de la pobre viuda saltaba de silla en silla, hasta que Carolina regresó a su asiento.

El, llegó el último, el guapo del instituto, el que llevaba a todas de cabeza, a todas menos a Carolina, y por eso siempre fue el blanco de sus bromas, a Carolina aún no se le había olvidado el día que llegó completamente empapada a clase de gimnasia porque a él, se le había ocurrido verterle una botella grande agua encima mientras bajaban las escaleras. Su primera mirada fue para Carolina, mirada que ella no devolvió provocando todavía más su curiosidad.

Durante toda la noche Carolina evitó deliberadamente al tipo guapo, hablando con los empollones, riendo con ellos y acariciándoles la cara de cuando en cuando, bailando y en definitiva alegrándoles la noche haciéndoles sentir protagonistas al estar al lado de la belleza del momento.

Carolina decidió retirarse sin despedirse de nadie, como era de esperar, él salió detrás de ella, con la excusa de acompañarle a casa, a esas horas ya se sabe, una mujer viuda.... Carolina le miró fijamente a los ojos, y con una seguridad pasmosa, le preguntó si esta noche también se iba a masturbar pensando en ella. La ira se apoderó de él, la sujetó por la cintura, y le contestó que esta noche quería que ella le hiciera todas las cosas con las que fantaseaba entonces, esperaba que no siguiera siendo tan mojigata.....


Al día siguiente aparece un nuevo cadáver descuartizado en la puerta de un instituto.

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